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LUIS ARMENTA MALPICA
Poeta mexicano, ensayista y traductor del francés,
fue membro del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de
Jalisco y es director de Mantis Editores.
Ganador de diversos reconocimientos nacionales e internacionales em cuento, novela y poesía, entre los que se destacan los premios José Emilio Pacheco, Clemencia Isaura, Efraín Huerta, Ramón López Velarde, Benemérito de América, Ali Chumacero, San Juan del Ríio, Amado Nervo, de San Román, e Iberoamericana de poesía Continentes (Unesco). Premio Jalisco em Letras 2008. Por su labor editorial recibió la Pluma de Plata, en 2006.
TEXTO EN ESPAÑOL – TEXTO EM PORTUGUÊS
IX FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESÍA DE GRANADA, Nicaragua 2013. Memoria Poética. 121 Poetas / 56 países. Managua, Nicaragua: Fundación Festival Internacional de la Poesía de Granada, 2014. 220 p. ISBN 978-99964-896-2-4
Na capa: reprodução do cartaz do evento. Inclui poemas dos convidados e uma foto coletiva. Inclui os poemas brasileiros: Thiago de Mello e Floriano Martins.
Ex. bibl. Antonio Miranda
NOVEDAD DE LA PATRIA
Oigo lo que se fue, lo que aún no toco.
Ramón López Velarde
Para decir la patria habría que estar muy lejos de la muerte
impedirle que llegue hasta los labios
esa cruz de su nombre
pues crece del sarmiento
de una piedra.
La patria es ilusión. Lo que pisamos y queremos mirar por encima del hombro. De un pasto casi blanco de tantas municiones. Del rojo que se escurre entre las barras y sin tener estrellas por techo o distinción. Barrotes que contienen asomo de colores, vislumbre de lo que ha sido un crimen, pero ninguna culpa. Un espacio disperso, tan adentro del hombre que no lleva apellidos, únicamente un alias, una letra cualquiera, el distante no sé.
El pasto se redime si una sombra
—verde guardián del mundo—
de lo que hemos andado
se prosterna en la luz.
Nos engaña la luz del arbotante. Nos engañan el agua turbia, los jueces y las instituciones. Pagamos con rodilla el ya no estar de pie, acostarnos envueltos en los miedos que se han tejido a diario. Nos engaña el gatillo que en su maullar destroza un esternón, el alma, la credibilidad de que somos la bala cuando al hablar decimos: no sé, en lugar del supongo. Tal vez, como decían, todo es suposición. Y mientras tanto…
No hablamos de inocencia:
es atributo de árbol hacer blancos los días.
Acaso el sol reseque lo que vemos del mundo
y está solo en los ojos.
La patria es un jardín. Y aquí no hay hoja blanca. Aquí no hay hojas secas. Para decirlo pronto, la única hoja que existe es el papiro. Del tiempo del papiro dan cuenta aproximada sus varias rasgaduras. Las marcas del grillete de la consolación, del siempre ha sido igual, del ya no sé qué haremos, pero habrá de llegarnos el auxilio si rezamos y cumplimos con diezmos y limosnas. Si dejamos los ojos apagados (casi blancos) y nada más leemos la cifra de uno más.
Para limpiar la lápida
habría que buscar dentro del llanto
un surco de semillas.
Al principio la arena era la forma idónea de dar soporte al tiempo. Confusional, acumulada, la arena no fue arena, sino un siglo. A tantos montes, eras. Al continente, la total dispersión. Pero llegaron ellos: los hombres, las palabras. Y con ellas, las voces. Y con todos, los gritos. Del último alarido que la arena no olvida nació lo que llamamos patria. Sin principios, la tierra ya no supo lo que vino enseguida. Lo que vino, enceguece.
A eso que llaman pátria
le conozco de oído.
TEXTO EM PORTUGUÊS
Tradução de ANTONIO MIRANDA
NOVIDAD DA PÁTRIA
Ouço o que se foi, o que ainda não toco.
Ramón López Velarde
Para dizer a pátria haveria que estar bem distante da morte
impedi-la que chegue até os lábios
essa cruz de seu nome
pois cresce do broto de videira
de uma pedra.
A pátria é ilusão. O que pisamos e queremos olhar por cima do ombro. De um pasto quase branco de tantas munições. Do vermelho que escorre entre as barras e sem ter estrelas como teto ou distinção. Barras que têm assomo de cores, vislumbre do que era um crime, mas nenhuma culpa. Um espaço disperso, tão dentro do homem que não tem sobrenomes, unicamente um aliás, uma letra qualquer, o distante não sei.
O pasto se redime se uma sombra
—verde guardiã do mundo—
do que já andamos
se estende na luz.
Nos engana a luz do arbotante. Nos engana a água turva, os juízes e as instituições. Pagamos de joelhos por não estar em pé, deitarmos envoltos em medos tecidos diariamente. Nos engana gatilho que em seu ronronar destrói o exterior, a alma, a credibilidade de que somos a bala quando ao falar dizemos: não sei, em lugar de suponho.
Talvez, como dizima, todo é uma suposição. Enquanto isso...
Não falamos de inocência:
é atributo de árvore tornar brancos os dias.
Se por acaso o sol resseque o que vemos do mundo
e está somente nos olhos.
A pátria é um jardim. E aqui não tem folha branca. Aqui no tem folhas secas. Para dizer de uma vez só, a única folha que existe é o papiro. Do tempo do papiro dão conta aproximada suas várias rasgaduras. As marcas da corrente da consolação, do sempre foi assim, sempre foi igual, do já não sei o que faremos, mas haverá de alcançar-nos o auxílio sie rezamos e cumprimos com dízimos e esmolas. Se deixamos os olhos fechados (quase brancos) e não maos leremos a cifra de um a mais.
Para limpar a lápide
temos que buscar no pranto
um sulco de sementes.
A princípio a areia tinha a forma idônea de dar suporte ao tempo. Confusional, acumulada, a areia não era areia, mas um século. A tantos montes, eras. Ao continente, a total dispersão. Mas eles chegaram: os homens, as palavras. E com elas, as vozes. E com todos, os gritos. Do último alarido que a areia não olvida nasceu o que denominamos pátria. Sem princípios, a terra já não soube o que veio depois. O que veio, enceguece.
A isso que denominam pátria
eu conheço de ouvir.
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Página publicada em abril de 2021
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